Una de las mejores cosas de los Estados Unidos es su enorme red de parques naturales, parques naturales que también son enormes, como el pais, ¡todo a lo grande!
Después de pasar la noche en Lee Vining nos esperaba uno de los parques más famosos de los Estados Unidos, fama completamente merecida, ¡el Yosemite! Aquí no encontraréis una guía para visitar el parque en unas horas, hacerlo bien requiere días y ganas de andar, y nosotros de tiempo no teníamos mucho así que nos limitamos a cruzar el parque e irnos parando a maravillarnos y hacer fotos.
La entrada al parque por carretera es el Tioga Pass (3031m de altitud), una vez dentro (previo pago de la entrada a menos que tengáis el abono de parques) la carretera está repleta de lugares donde aparcar el coche y disfrutar.
Excursiones nosotros no, pero se pueden hacer pequeños paseos, en pocos minutos puedes ver impresionantes cataratas, como las Bridalveil.
No hay muchos sitios donde comer y proveerse, y no es buena idea llevar comida en el coche, en el centro de visitantes podréis comer algo y hacer algun paseo más. Estamos en la naturaleza pero hay bastante gente, pese a no ser temporada alta no estaba mal. Si os estáis preguntando porqué digo esto de la comida la respuesta es: osos, no les representa el más mínimo problema rebentar el coche para conseguir la comida que haya dentro (aunque de día es probable que pasen, la gente no les entusiasma). Cerca de las zonas de acampada hay contenedores para comida especiales anti-osos, si pensáis pernoctar ahí tendréis que usar uno.

Tronco de sequoia, talado a 10 metros de la base en 1919, un árbol milenario con una base de más de 4 metros de diámetro
Y con las vistas desde allí y fotos al Capitán nos despedimos del parque.
Nos alojábamos en Groveland, un pueblo que está demasiado cerca del parque, esto quiere decir que el alojamiento es caro y malo. Nosotros dormimos aquí, un albergue, una noche, 90 dólares, baño compartido, el peor alojamiento de todo el viaje (el único malo en realidad).
Groveland parecía un pueblo del oeste, una calle principal por donde pasa la carretera, sembrado de bares y restaurantes y hoteles, y prácticamente nada más. Comimos bastante bien en esta pizzeria.
Habríamos dormido mejor si a las dos de la madrugada no hubieran llegado todos nuestros vecinos de vete a saber donde haciendo ruido como una estampida de búfalos. Daba igual, nos acercábamos a lo mejor del viaje, nos acercábamos a San Francisco donde llegaríamos al dia siguiente.