Después del infame alojamiento de Groveland nos pusimos en ruta con la idea de parar en un bar a desayunar como es debido. Es una de las grandes cosas de los Estados Unidos, no me cansaré de decirlo. Algunos de estos bares están a pie de carretera y otros algo más alejados pero señalizados para llegar en coche hasta la puerta.
Invertimos casi toda la mañana en la carretera, pero finalmente entramos en la ciudad, primero recorriendo un tramo en paralelo al BART y luego pasando por el puente San Francisco-Oakland Bay Bridge, de peaje que oscila de 2.5$ a 6$ en función del día de la semana y la hora. ¡Y ya estábamos en San Francisco!
Dejamos el coche en el hotel. Miramos mucho que el hotel tuviera parking, allí es importante porque aparcar puede ser complicado, al final el hotel tenia parking pero con más habitaciones que plazas, aunque nosotros tuvimos suerte. Dejamos ahí el coche con la intención de no tocarlo. En general el transporte público es una excelente manera de moverse por la ciudad.
Yo ya habia estado en San Francisco, pero había cosas que quería repetir, como por ejemplo comer en The House of Nanking, uno de los mejores restaurantes chinos que he probado nunca, y a un precio muy razonable. La comida seguía tan buena como años atrás, pero esta vez nos hemos sentado en una mesa para nosotros solos y hemos podido pedir los platos de la carta. La otra vez (2007) nos sentaron donde había sitio y un señor (no se si camarero, cocinero, encargado o qué) nos preguntó si era la primera vez que íbamos y al decirle que sí (y preguntarnos de dónde veníamos) nos dijo que ya escogía el los platos, ¡y comimos de puta madre! Eso fue en diciembre del 2007 para cenar, y esto de ahora octubre de 2015 para almorzar. No es lo mismo pero la comida es igual de genial.
A tocar de ahí había dos sitios que me interesaba ver: la librería City Lights Bookstore y el Beat Museum.
El movimiento beat se asentó con fuerza en San Francisco, antes que el hippismo, y los beatniks encontraron una caja de resonancia en la librería City Lights que desde entonces es una parada obligada de la ciudad (al menos para mí que soy un enfermo de los libros) y donde siempre acabo comprando alguna cosa.
Es de las pocas librerías donde las literaturas del resto del mundo están mínimamente representadas, no mucho pero es que en general lo que no es americano o está escrito en inglés es como si no existiera, literalmente.
Pero al fin y al cabo la City Lights no deja de ser una librería donde se puede entrar gratis, y los americanos son muy espabilados a la hora de buscar negocio. Por eso y aprovechando el tirón de la generación beat se abrió el The Beat Museum en 2003 (en 2007 ni sabía que existía) y esta vez no me lo pensaba perder. 8$ de entrada y adentro. Algunas primeras ediciones, portadas, y en general material relacionado con los beats, sobretodo Kerouac, e incluso un coche como el que usaron Sal y Dean Moriarty (Jack Kerouac y Neal Cassidy) en sus viajes, un Cadillac que va acabó el viaje muy hecho polvo.
Es un museo curioso de ver, sobretodo os gustará si habéis leído algo de los beat, si no es el caso y queréis una recomendación leed En el camino de Jack Kerouac a ver que os parece.
Habíamos visitado estas tres cosas sin salir de la zona de Broadway. Pero nos apetecía estirar las piernas, y así paseando nos adentramos en Chinatown.
Hay chinatowns en prácticamente todo el mundo, por todo el mundo hay chinos y son muchos, este es el chinatown más antiguo de Norteamérica y el que aloja a la comunidad china más grande fuera de Asia.
Restaurantes, tiendas, carteles, chinos por la calle… estábamos en Estados Unidos, pero no lo parecía mucho. Incluso vimos de lejos una especie de desfile, si alguien puede descifrar las pancartas me haría un favor.
Desde allí fuimos hacia abajo, hacia el mar y los famosos piers de San Francisco, hacia uno de los edificios más singulares del skyline de la ciudad, la «pirámide».
Un detalle de la ciudad que me enamoró: los tranvías. Hay bastantes tranvías, sobretodo por la zona del puerto, Union Square y hacia Castro. Pero prácticamente no hay dos tranvías iguales, San Francisco ha «adoptado» o comprado tranvías viejos de otras ciudades y los ha puesto en circulación, así su flota de tranvías es un pequeño museo en movimiento.
Y llegábamos al frente marítimo, el océano, los piers, las vistas y los leones marinos.
Un consejo sobre San Francisco: nosotros fuimos a primeros de octubre y pasamos calor, durante el día… No sé si es una particularidad de su clima por la humedad o el océano pero en el momento que el sol se esconde la temperatura baja bastantes grados de golpe y podéis pasar de tener calor a algo de frío, si planeáis estar en la calle cuando se ponga el sol llevad una chaqueta o alguna prenda de abrigo. Desde la zona del puerto tendréis buenas vistas de lugares típicos de San Francisco.
Con el paseo por el puerto dimos por concluido este primer día, esta toma de contacto con San Francisco. Así como Los Angeles es una ciudad dura y arisca, San Francisco nos encantó desde el primer instante, y en ningún momento nos decepcionó. Se puede ver a pie y en transporte público, como New York, pero así como en New York todo el mundo va escopeteado y estresado hasta el límite aquí todos van de buen rollo, en general (habrá excepciones como en todo) la gente es amable y cordial, no necesitaréis preguntar, si os ven trasteando un mapa al momento os preguntarán dónde vais y os indicarán como llegar.
Pasamos por el hotel a dejar las cámaras y fuimos andando a la calle Chestnut, donde hay muchísimos restaurantes de todas las nacionalidades. No es una zona llena de turistas, lo que más hay es gente local comiendo, muy bien y a precions muy razonables (para lo que son los precios de la comida en Estados Unidos). El primer día: japonés.
Y después de prometernos a nosotros mismos volver a esta calle a comer todos los días que estaríamos aquí fuimos a descansar, que lo necesitábamos.