Era nuestro último día en San Francisco, y tocaba una de las visitas que ya traíamos reservada desde casa. No era temporada alta, pero aún así había muchos turistas, además era día 12 de octubre que en Estados Unidos también es festivo, o sea que fue una buena idea tenerlo ya atado.
Llegamos hasta el puerto, bajamos en Fisherman’s Wharf y nos acercamos al Pier 33 desde donde salen los Alcatraz Cruises y nos ponemos pacientemente en la cola para embarcar. Había mucha gente pero bien organizada, así que fue bastante rápido.

La travesía dura poco, quince minutos, veinte como mucho, y llegamos a la siniestra Alcatraz. Al llegar veremos una pintada, recuerdo de la ocupación de la isla por parte de indios americanos, o americanos nativos, o miembros de las primeras naciones, entre 1969 y 1971.


Alcatraz es conocida por ser una cárcel, una de las más duras, allí iban aquellos de los que se esperaba ya nada, el final de la escapada. Funcionó como prisión federal entre 1933 y 1963, la isla había tenido otros usos con anterioridad.



Leyendas al margen la visita vale mucho la pena, aunque el estado de las instalaciones no es exactamente óptimo. El aire del mar y el relativo aislamiento y la dependencia del transporte en barco para abastecimiento (o para llevar a los hijos de los funcionarios, que vivían en la isla, a la escuela) hicieron esta prisión demasiado cara. Además, la fama de prisión inviolable sufrió un duro revés con la fuga de 1962.
En la entrada pasamos por donde pasaban los nuevos, todo el tema del ingreso en prisión, ropa y duchas.


La visita incluye audioguía en todos los idiomas, os la recomiemdo, así podéis iros informando mientras paséais por las dependencias de la cárcel.


Se pueden ver las celdas, y las celdas de castigo y el lugar por donde se supone que escaparon los fugados de 1962. El edificio no deja de ser una cárcel, no es la visita más festiva que se puede hacer pero vaya, tampoco es como visitar un campo de concentración (y sé lo que digo, he visitado tres: Mauthausen, Dachau y Terezin).

Desde los patios y la parte exterior de la cárcel se tienen unas muy buenas vistas de San Francisco y el Golden Gate Bridge.





También se visitan las dependencias de los funcionarios, trabajar en un sitio así, viendo San Francisco allí a tocar, tiene que ser aún más duro, la parte buena del trabajo es que incluia la casa, la parte mala es que era allí, con ellos, y en caso de motín la cosa se podía poner muy fea, como en 1946.

Y las celdas de los que se escaparon, se hizo una película y todo con Clint Eastwood, con el muñeco que pusieron para que no se viera que se habían marchado.
Vistas de San Francisco, tirando de zoom de la cámara:

Más fotos de las dependencias y una foto que como bibliotecario y friki del tema no podía dejar de hacer:

Con esto y la preceptiva pasada por la tienda (donde me compré un libro sobre la ocupación de la isla por parte de los indios americanos) volvimos a tierra firme (en San Francisco esto es una expresión no literal).

Comimos en uno de los muchos garitos de Fisherman’s Wharf (nada del otro jueves pero a un precio que tampoco era un atraco). Hicimos una pasada por el hotel con la idea de hacer un poco de siesta pero justo cuando llegamos querían entrar a hacer las habitaciones, así que nos pusimos en marcha y cogimos el coche, que no habíamos tocado desde que llegamos.

Nos dirigimos hacia Golden Gate Park, un parque muy muy grande, dentro hay algo que merece la pena visitar: el Japanese Tea Garden. Aparcarmos el coche por el parque (en Estados Unidos los parques son tan grandes que se puede apacar en las calles que los cruzan) y aflojamos los 8$ por persona para entrar, el lugar es sensacional.







Es recomendable tomar un té allí para empaparse de la atmósfera, es lo que hicimos antes de volvernos a mover, aún nos quedaba una cosa.

Llevaba todos estos días prometiendo a mi señora que conocía el mejor sitio para hacer fotos del puente, del Golden Gate. La vez anterior que estuve en San Francisco me llevaron a ese punto, las posibilidades de encontrarlo no eran excesivas. Me llevó gente local, a las tantas de la noche y después de un día agotador, aún así lo encontré.
Se trata de dirigirse al Golden Gate Bridge Welcome Center, hay que ir al Golden Gate y está señalado antes de llegar. Hay un aparcamiento (de pago) y unas buenas vistas del puente. Este no es el sitio. Hay que salir del aparcamiento, dejar atrás el puente y bajar hacia el mar, en no mucho rato hay una salida a la izquierda, muy cerrada, Fort Point, seguid el desvío hasta el final para hacer las mejores fotos posibles del puente.


Si además es el crepúsculo podéis aprovechar para hacer fotos con el cambio de luz o ya de noche. Es un lugar solitario que conocen los locales y los surfistas.










Ya de noche volvimos al hotel a dejar el coche y fuimos a cenar, esta vez a un restaurante vietnamita, el Saiwalks, y la camarera, también en este restaurante, era hispana. La proporción de hispanos en la hostelería es demencialmente alta, muy útil si el inglés os cuesta.
Y con esto se acababa San Francisco y prácticamente las vacaciones, teníamos que volver a poner rumbo a Los Angeles para la vuelta.